En México "La llorona" es muy conocida.
Esta leyenda la cuentan de generación en generación y su historia es la siguiente:
En época colonial cada noche sonaban las campanas de la iglesia principal. De esta manera se daba el toque de queda a las once de la noche, para que la gente se resguardara en sus casas a descansar.
Los viandantes sabían que a esas horas la fría noche y la luz de la Luna serían las únicas en acompañarlos, ya que todo quedaba totalmente vacío.
A partir de las 12 de la noche, todos los días se comenzaban a escuchar lamentos y una voz lastimosa que parecía provenir de una mujer desconsolada y afligida.
Los gritos se podían escuchar por toda la ciudad.
La gente se desvelaba y no podían volver a conciliar el sueño. Todos se preguntaban quien sería aquella mujer que lloraba todas las noches sin consuelo y que a nadie dejaba dormir.
Se cansaron de esta situación y los más valientes salieron a la calle para poder encontrar a aquella misteriosa mujer, el resto se quedaban en sus casas santiguándose o agarrando fuertemente un crucifijo, ya que estaban convencidos de que aquellas voces no eran humanas y seguramente eran producto de algún ánima perdida.
Salieron con antorchas buscando el foco de aquellos gemidos, porque retumbaban por todas las calles oscuras.
De repente, al final de un callejón pudieron ver a una mujer de piel blanquecina con un traje blanco y cabellos largos y de un negro intenso en lo que podían ver, ya que llevaba un tupido velo puesto.
Esa imagen fantasmal se dejó ver por todos los que allí estaban durante unos minutos. Ella extendió sus brazos y se dirigió a la plaza Mayor, allí se arrodilló mientras decía con voz desconsolada:
"¡Ay, mis hijos!"
Todos la siguieron hasta la plaza y asombrados pudieron ver como esa mujer casi transparente, se desvanecía.
De la mujer del alma en pena hay muchas teorías, sobre todo de quién podía ser y el por qué de su tristeza. La que más se ha difundido es la siguiente:
Dicen que era una mujer indígena que estaba enamorada de un noble español. Fue su amante y con él tuvo tres hijos, pero aquel caballero jamás quiso reconocerlos y mucho menos formalizar una relación con ella.
Tiempo después él se casó con otra y ella se volvió loca.
Su trastorno llegó al punto de ahogar a sus tres hijos en el río.
Cuando se dio cuenta del mal que había hecho, se suicidó.
Desde aquel día, su alma vagaba en pena por las calles lamentándose por sus hijos y diciendo entre sollozos..
"¡Ay mis hijos!, ¿dónde los llevaré para que escapen de tan funesto destino?!"
Esta leyenda la cuentan de generación en generación y su historia es la siguiente:
En época colonial cada noche sonaban las campanas de la iglesia principal. De esta manera se daba el toque de queda a las once de la noche, para que la gente se resguardara en sus casas a descansar.
Los viandantes sabían que a esas horas la fría noche y la luz de la Luna serían las únicas en acompañarlos, ya que todo quedaba totalmente vacío.
A partir de las 12 de la noche, todos los días se comenzaban a escuchar lamentos y una voz lastimosa que parecía provenir de una mujer desconsolada y afligida.
Los gritos se podían escuchar por toda la ciudad.
La gente se desvelaba y no podían volver a conciliar el sueño. Todos se preguntaban quien sería aquella mujer que lloraba todas las noches sin consuelo y que a nadie dejaba dormir.
Se cansaron de esta situación y los más valientes salieron a la calle para poder encontrar a aquella misteriosa mujer, el resto se quedaban en sus casas santiguándose o agarrando fuertemente un crucifijo, ya que estaban convencidos de que aquellas voces no eran humanas y seguramente eran producto de algún ánima perdida.
Salieron con antorchas buscando el foco de aquellos gemidos, porque retumbaban por todas las calles oscuras.
De repente, al final de un callejón pudieron ver a una mujer de piel blanquecina con un traje blanco y cabellos largos y de un negro intenso en lo que podían ver, ya que llevaba un tupido velo puesto.
Esa imagen fantasmal se dejó ver por todos los que allí estaban durante unos minutos. Ella extendió sus brazos y se dirigió a la plaza Mayor, allí se arrodilló mientras decía con voz desconsolada:
"¡Ay, mis hijos!"
Todos la siguieron hasta la plaza y asombrados pudieron ver como esa mujer casi transparente, se desvanecía.
De la mujer del alma en pena hay muchas teorías, sobre todo de quién podía ser y el por qué de su tristeza. La que más se ha difundido es la siguiente:
Dicen que era una mujer indígena que estaba enamorada de un noble español. Fue su amante y con él tuvo tres hijos, pero aquel caballero jamás quiso reconocerlos y mucho menos formalizar una relación con ella.
Tiempo después él se casó con otra y ella se volvió loca.
Su trastorno llegó al punto de ahogar a sus tres hijos en el río.
Cuando se dio cuenta del mal que había hecho, se suicidó.
Desde aquel día, su alma vagaba en pena por las calles lamentándose por sus hijos y diciendo entre sollozos..
"¡Ay mis hijos!, ¿dónde los llevaré para que escapen de tan funesto destino?!"
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